Observación y Práctica docente

La práctica educativa se puede entender como un fenómeno complejo que trasciende el plano del aula de clase y de la institución escolar, se convierte en un conjunto de acciones sociales amplias con una finalidad precisa: contribuir a la formación de los seres humanos desde distintos niveles y dimensiones. De esta manera, existen diferentes actores que contribuyen con sus saberes, experiencias, creencias, valores, formas de expresión oral, escrita y simbólica en este proceso de constitución de seres humanos. 

Así, la familia, los medios, los grupos de pertenencia ideológica, cultural y recreativa, además, de los de consumo y las instituciones sociales y escolares ofrecen información y experiencias importantes a cada uno de los seres humanos para incorporarse con éxito a la vida social. 

Con base en esta idea, nos preguntamos: ¿qué ofrecen estos espacios para la formación y en particular para la educación?, ¿de qué manera se articula lo que estos espacios ofrecen con lo que la escuela propone?, ¿hasta dónde es posible reconocer el alcance que tiene la escuela en cuanto al proceso de formación con relación a lo que el alumno vive y aprende fuera de ella?, ¿cómo poder articular estos dos tipos de aprendizaje y de conocimientos?, ¿de qué manera se pueden repensar los contextos para establecer una relación más armónica entre la educación en su sentido más amplio y la escuela?.

La definición de prácticas docentes depende de la visión de educación a la cual se inscribe cada autor. Aunque el objetivo del presente trabajo no es profundizar en el concepto, como punto de partida consideré necesario aclarar dos aspectos. Primero: recordar las cuatro perspectivas básicas sobre la función y formación de los profesores que manejan los españoles Pérez Gómez y Gimeno Sacristán, siendo, a mi parecer, una categorización suficientemente completa en relación a otras consultadas.

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